Perón habla ante el Congreso Nacional Justicialista:
“En cada una de las manifestaciones que se observan diariamente hay un sector que trabaja subterráneamente contra nosotros en forma permanente.
No le temo mucho a eso, porque han mentido tanto que el castigo es el natural ahora, cuando digan la verdad no les van a creer. Y esto lo he comprobado en mi gran experiencia. En 1945 cuando comenzamos nuestra acción, teníamos todos los medios de comunicación en contra, y ganamos. En 1955 teníamos todos los medios a nuestro favor y nos echaron. En 1973 todos esos medios estaban otra vez contra nosotros y ganamos.
De manera que hay una verdad que se abre paso entre la maraña de mentiras y simulaciones que se esgrimen. El estar con la verdad es estar con la realidad.” (24 de mayo de 1974 en la sala del Teatro Nacional Cervantes)
Ahora que la ley ha sido votada favorablemente, momento en el que las señoras y señores senadores han de estar descansando en sus countries o en sus casas de veraneo o por qué no en el exterior. Momento en el que posiblemente Cristina y Nestor han de estar hojeando cada página de cada diario regocijándose por el triunfo. Día después en el que cada militante y figura pública que dio su apoyo con vehemencia ha podido dormir con su conciencia tranquila, se hacen necesarias algunas reflexiones.
La nueva ley de medios no hubiera llegado a buen puerto sin la derrota anterior y ejemplificadora de la 125. Se aprendió del error y se invirtieron los términos de la acción política. Esta vez se trató de una ley consensuada y prácticamente creada junto a los movimientos sociales y a pesar de la confusión empujada por los medios y la oposición de derecha, se pudo ganar a la opinión pública, se logró “masa crítica” con la medida previa de liberar el fútbol de la cárcel de torneos y competencias.
Otra razón fundamental y de innegable peso fue el apoyo crítico, al que se le cedieron importantes cambios, de la oposición de centroizquierda. Para el progresismo, si bien puede significar mayor confusión o pérdida de identidad a manos del proyecto oficial, también parecería ser el puntapié inicial para una confluencia nacional con eje en el socialismo y en el gobernador de Santa Fé como figura pública más relevante.
¿Ha sido ésta, junto a la estatización de las AFJP y otras medidas que parecen estar en carpeta como la ley de renta financiera, un giro definitivo de los Kirchner hacia un perfil verdaderamente progresista? ¿O se trata de una respuesta ágil y llena de empeño por marcar la agenda y retomar la iniciativa a pesar de la derrota electoral? Una de las características fundamentales de los Kirchner parece ser su capacidad de respuesta y su coherencia para no dar marcha atrás en un par de temas fundamentales para su gestión. Claro que otra de sus facultades identitarias y tan o más importante que la anterior es su asombrosa capacidad para el doble discurso. Pero ésta no es una característica propia, es sobre todo una herencia histórica que trataré de demostrar brevemente.
Límites históricos
El general, luego de los dos mejores años que hayamos tenido en nuestra historia, amagó ir hasta el final en el proceso emancipatorio, pero no, se trató de un freno en la mitad del proceso social más importante del siglo pasado. Prefirió subir a la cañonera “para evitar derramamiento de sangre”. Del “por cada uno de nosotros que caiga…” al “de casa al trabajo…” hubo apenas meses de distancia.
Tal vez ese haya sido el momento del quiebre entre el proceso popular y su líder populista. Pero no, la fuerza de ese “nosotros” tan bien construido y mantenido aún desde el exilio y la resistencia, dio como resultado una vuelta esperanzadora e inexorable en el año 73. El “Cámpora al gobierno Perón al poder” se vió truncado con una rapidez inusitada. La batalla de Ezeiza mostró con crudeza bien temprano de qué se trataba en verdad aquella vuelta. El nombramiento de Lastiri, la pejotización del poder, la plaza de los imberbes, el decreto creando la Triple A, etc. etc., se contraponían con el discurso emancipador y nacional que siempre mantuvo el general hasta en su última aparición pública.
Pero la historia no acabó allí. Los herederos impresentables de la rama sindical y lo más rancio de los caudillos provinciales fueron derrotados en las urnas con la vuelta a la democracia. Fue entonces que el proyecto de la renovación fundó una nueva esperanza a partir del 84. Renovación que desemboca en el poder de Menen en el 89. En este punto huelgan las palabras. El riojano fue hijo dilecto de esta raíz populista que se estira como chicle y gobierna bajo cualquier condición y objetivos con una institucionalidad basada en la coima y los decretos de necesidad y urgencia.
No dejaré de señalar que de esa defección surgió un grupo disidente, el de los 8, con Chacho y su ballet, que acostumbrados a no sacar los pies del plato del bipartidismo se aliaron con los herederos del progolpista Balbín. Pronto, demasiado pronto se dieron cuenta del tremendo error histórico y se obligaron al desbande irremediable.
Limites actuales
En ese desbande de la crisis del 2001 emerge el aparato pejotista para apagar el incendio del “que se vayan todos”. De la mano de Duhalde, el caudillo patagónico logra el milagro de encaramarse con un 22 por ciento de los votos. Agiles y decididos logran un entramado de medidas, ayudados por cierto viento de cola en lo económico y por su buen olfato ante las demandas sociales, que los posicionan como la nueva esperanza populista con sesgo de izquierda. Su política de derechos humanos y latinoamericanista así lo certifican.
Pero la verdad se cierne sobre el doble discurso. La brecha económica y la pobreza no han dejado de aumentar luego de 7 años. El nosotros nunca terminó de construirse a pesar de la oportunidad de los “prósperos” primeros años de gobierno. El discurso siempre fue construido desde sus primeras personas. El pragmatismo los hace juntar, como en aquellas plazas del 2005 y 2006, a las madres y a los más encumbrados periodistas y pensadores, con lo más rancio de la burocracia sindical y los intendentes y gobernadores de un PJ que huele a decadencia extrema. Sincretismo sin sustentación ideológica ni discurso unificador de las demandas sociales persistentes y agudas. Armados de una nueva teoría de derrame a través de la generación de empleo y una obra pública que resultó tener el ritmo del general Alais.
No es mi intención demostrar ni proferir la temeraria apuesta de que este proceso Kirchnerista está liquidado. Todo lo contrario, la ley de medios que acaba de aprobarse demuestra que su capacidad, aunque mellada y ayudada por circunstanciales aliados y buenos reflejos de cómo hacer las cosas, está intacta. No parece haber en el horizonte variantes de derecha realmente serias y con perfil de gobernar. El Dhualdismo, el Macrismo, el Cobismo, tendrán una ardua tarea en el congreso y con sus acciones de gobierno en sus feudos, para demostrar que no son el demonio neoliberal que está en decadencia en todo el mundo.
Que no esté liquidado electoralmente no quiere decir que pueda revertir el divorcio irreversible con la sociedad y los nuevos procesos sociales. El escenario del 2011 tendrá cierto parecido al del 2003. No habrá primera minoría alejada del resto. Seguramente habrá posibilidad de segunda vuelta y allí se dirimirá el espacio global más de derecha y de izquierda. En gran medida dependerá del contexto latinoamericano y en el modo de manejar la agenda del gobierno y la oposición.
Los desafíos
Sin duda la tarea más ardua y complicada que tendrá el progresismo por delante en estos dos años, será la de acompañar críticamente las medidas correctas del oficialismo, tratando a la vez de forjar un perfil claro y con ambiciones. Una agenda propia que retome de verdad la pelea por los recursos, por leyes y medidas que destraben la vuelta al mapa social de los millones que se han caído del mapa del INDEC y principalmente un plan serio para sustituir e independizarse de las corporaciones. Un perfil político que demuestre que hay otro modelo de gestión eficiente y transparente. Un perfil democrático, participativo e incluyente, que proclame que las grandes decisiones no pueden tomarse en una alcoba o entre cúpulas que canjean influencias políticas, económicas o sindicales.
En fin, para aquellos progresistas que parecen haberse puesto la camiseta, les digo, les pido, que por una vez en la historia traten de forjar un pensamiento independiente. Aquella incipiente transversalidad del 84 que quedó abandonada por razones históricas y límites actuales, puede y debería ser retomada por los actores de entonces y los que se han excluido valientemente de la cooptación oficial. Con la referencia del gobernador Binner y el socialismo nacional, con la frescura y el ascenso de Pino en una Capital que puede arrebatársele a la derecha, con un Sabbatella y una Margarita Stolbizer, ambos ante la encrucijada de romper sus distintas ataduras, para unirse en la provincia de Buenos Aires, con el aporte de Macalusse, Benas, Maffei, de Solidaridad e Igualdad, con un conglomerado de pequeños partidos y alianzas provinciales que se vienen de a poco consolidando en el país, con el apoyo de sectores sindicales y sociales, con el amplio espacio de la sociedad civil que espera ansiosa la llegada de un nuevo paradigma. De un verdadero “nosotros” inclusivo y no declamatorio, con la necesidad extrema de un proyecto de izquierda democrática que continúe el camino sin contradicciones. Sin esa caricatura populista que siempre terminó dejando al pueblo con las manos vacías.
Fabio Martorelli
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